domingo, febrero 05, 2006

Con mi Isla en el corazón

Cada vez son más las personas que comienzan a escribir cartas después de mucho tiempo sin hacerlo, o buscan algún lugar donde enviar correo a los familiares, amigos o a la pareja que ahora está cumpliendo misión en uno de los tantos países que reciben hoy la ayuda cubana. Siempre llegan noticias sobre las nuevas experiencias a las que diariamente se enfrentan nuestros internacionalistas.
Adaptarse a las costumbres y a las condiciones climáticas, el enfrentamiento con enfermedades desconocidas y el tremendo choque que implica, sentir en la piel, las miserias que lastiman al mundo, son temas recurrentes en las páginas de los reporteros.
Pero hay un instante por el que pasa cada cooperante que es casi imperceptible a los lectores. Y es justamente cuando reciben total seguridad de la salida hacia la misión. ¿Se han preguntado cuántas cosas vienen a la mente? ¿Cómo reaccionan al saber que estarán lejos de sus seres queridos por tiempo indefinido? ¿Cuáles son las primeras dudas, despejadas inmediatamente por el sentido de compromiso que los impulsó a dar su disposición? De esos secretos conversó esta reportera con 13 pineros, que partieron en fecha reciente hacia Venezuela, como integrantes de la Misión Futuro, con el objetivo de inaugurar 27 Centros de Diagnóstico Integral ubicados en distintas localidades del país andino.
Hendry Pérez, un galeno de 26 años, quien además estuvo al frente de esta tropa como coordinador, cuenta que recibió la noticia en plena consulta y la ecuanimidad le alcanzó para informarlo a los presentes y ponerse en función de preparar lo necesario para el viaje. Como la mayoría, solo contaba con un poco más de 24 horas. Pero también hubo quien, como Yuliet, le costó un poquito más entenderlo. Ella también estaba dando consultas, colgó el auricular y continuó atendiendo al paciente. No pudo reaccionar hasta que su esposo vino a recogerla: “Él llegó con tremenda cara de susto y me imagino que yo tenía otra parecida. En ese momento desperté y me eché a llorar, sobre todo porque sabía que lo más difícil era decírselo a mis padres. Nunca antes nos habíamos separado”.
Para Yurisel Stewart, otra de las doctoras jóvenes, la noticia fue una verdadera prueba de rapidez movilizativa. A diferencia del resto solo tuvo una hora para presentarse en la terminal marítima El Viajero, de donde debían partir hacia Ciudad de la Habana. Si alguien no creía en eso de que, las noticias importantes corren rápido… la familia de esta doctora lo dejó más que demostrado.
Según Yurisel, casi todos llegaron a tiempo para despedirla, hasta su abuelita Julia, a pesar de los achaques, estuvo para regalarle un “Cuídate mucho y cumple con todo”. UNA PALABRA LO DICE TODO… Mientras cada uno me contaba su historia, decidí compartir las palabras de las personas más allegadas a nuestros protagonistas. Esas que se recuerdan a cada minuto y como bálsamos espirituales, dan ánimo cuando la tarea se vuelve más dura.
"Estaba en mi casa de vacaciones y en lo primero que pensé fue en mi niño que estudia en el preuniversitario Ignacio Agramante”- Comenta María Álvarez, enfermera del policlínico de Santa Fe- Él me había prometido que cuando llegara el momento no iba a venir a despedirme, así evitaba ponerme más triste. Robertico, el “niño”, se volvió todo un hombre cuando le dijo a su madre: “mamá yo estoy bien y tú también lo vas a estar, así que cumple con tu trabajo y no te preocupes que yo me voy a portar bien”. Al esposo le brotó una frase que no pudo aguantar: “ahora de nuevo yo a planchar, a lavar y a hacerlo todo”.
Lo mismo dijo el compañero de Mayra Puig Hidalgo, enfermera del policlínico No. 1. Y ella lo consoló recordándole que ya tenían olla arrocera, así que le iba a ser más fácil cocinar. Después supimos que los criterios sobre el primer congrí del esposo, le llegaron cuando aún estaba en La Habana y todo parece indicar que le quedó muy bueno.
Para Edelia González Matos, compañera de trabajo de Mayra, lo más difícil fue tener que explicarle a su hijita de cin co años que iban a estar separadas por un tiempo.
“En un principio, le dije que vine a La Habana a estudiar, por eso, cada vez que la llamo, me pregunta por mis libros y si estoy estudiando mucho. En verdad no tuve fuerzas para decirle que no nos íbamos a ver por unos años”.
Preocupaciones como las de Edelia, se repiten constantemente, pero nada hace que estos hombres y mujeres, se sobrepongan a todo y cumplan con el llamado, no solo de su territorio y de su Patria, sino también con el de aquellos a los que van a ayudar.
Irene Lázara Riblata, enfermera y profesora de la Filial Tecnológica de la Salud Giovanni Ardizzone, asegura estar tranquila porque sus hijos saben hacer de todo.
“A ellos y a mi esposo los quiero mucho y los necesito, pero hay personas que me necesitan mucho más”CON MI ISLA EN EL CORAZÓN Casi todos compartieron conmigo las fórmulas que se han inventado para soportar la distancia y la nostalgia, que según Alixis Argüelles ya se siente, a pesar de no haber salido aún del territorio nacional.
Giordany y Yendry tienen pensado trabajar como locos para estar ocupados durante todo el día y evitar “el gorrión”. Esta fórmula también la comparte el resto del grupo.
Por su parte, Annerys y Julia me dicen que casi todos van a estar relativamente cerca, y el hecho de poder apoyarse mutuamente y compartir la experiencia con compañeras de tantos años, de seguro servirá de antídoto contra la tristeza. Hasta se han repartido las tareas domésticas y constantemente hacen bromas sobre quién cocina mejor, o quién plancha más rápido.
Pero Irene Lázara, se siente con dos responsabilidades especiales. Además de cumplir con su misión, dice sentirse madre de los más jóvenes. También me confiesa algo que no le ha dicho a nadie.
“Cuando llegue buscaré un lugar que me recuerde a mi país. Me prometí a mí misma hacer una especie de rinconcito cubano hacia donde podamos mirar cuando estemos tristes, un lugar que nos haga recordar de dónde somos. Ese es mi compromiso” Mientras me cuenta todo lo que tiene planeado hacer en ese rinconcito, fija su vista en un pedazo de césped como si ya lo estuviera viendo, y como si también sintiera ya, esa nostalgia que la hará volver la vista hacia él, deja escapar algunas lágrimas. Al instante seca su rostro y me devuelve la mirada, con ella, también me devuelve una última confesión.
"No me dio tiempo llevarme nada, ni fotos, ni casi nada que pudiera recordarme lo que dejo aquí. Pero no importa, yo me llevo a Cuba y a mi Isla en el corazón”.
Y así se van nuestros familiares, amigos y compañeros a los que ahora le escribiremos cartas o le enviaremos mensajes. Nos dejan el orgullo de tenerlos donde es más útil, y se llevan todo lo bueno que representa ser cubanos de esta tierra, que va siempre con cada uno.
No importa cuán lejos u ocupados estén, siempre habrá un recuerdo que compartir. Y a la vuelta, también serán añorados por el desconocido, porque es bien fácil querer a una mano amiga de corazón. Y ellos se van decididos a dar las dos y más.
Gusel Ortiz Cano

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