jueves, octubre 11, 2007

EL SOCIALISMO DEL CHE


Por Julio César Sánchez Guerra*

Asistimos a la crisis de una sociedad que degrada los seres humanos y les despoja la dignidad en nombre de palabras vacías, el capitalismo se despedaza entre el egoísmo y la cultura del miedo; entre la indiferencia y la fragmentación. Un modelo de Socialismo se fue a bolina pero los pueblos tienen urgencia de repartir mejor los panes y los peces: otro Socialismo tiene caminos para demostrar que no es ajeno a las mejores utopías del hombre.

La vida y el pensamiento del Che tienen mucho que aportar en el difícil reto de construir la felicidad colectiva. En un documento de profundas reflexiones había asegurado: Haremos al hombre del siglo XXI: nosotros mismos.

Su pensamiento sitúa al hombre en el centro de la cultura, es razón de la justicia; meta que tiene el desafío de romper con la enajenación heredada del capitalismo y construir con nuevas armas, el hombre nuevo.

El socialismo que defiende el Che es el del ejemplo tenaz de los que unen las palabras a los hechos cotidianos, el que no acepta privilegios, el que siempre lanza la pregunta precisa antes de recibir algo: ¿Hay para todos?; el de la ilimitada sensibilidad humana.

El socialismo del Che siente como Martí en la mejilla, el golpe dado a otro hombre en cualquier parte del mundo, el que confía en el trabajo voluntario como escuela formadora de una conciencia nueva, pero sin olvidar que en los lugares donde no se pueda hacer, no hay que inventarlo; es un trabajo que se encamina con entusiasmo hacia un hombre que tiene que ser dueño de su propio destino histórico, no puede ser utilizado sin propósitos educativos o para salvar la ineficiencia de la jornada laboral.

En el proyecto social del Che no sobrevive el burocratismo ni los dogmáticos, ni los que adulan, a los que dejaba listo el látigo de una palabra: guataca; tampoco los pesimistas, los que no luchan o no trabajan.

Consideraba el vínculo con las masas un principio insoslayable, así lo ratifica: … el contacto con la masa impide esa tendencia un poco natural que hay del hombre que se sienta aquí en esta sillita y que, además, si heredó una oficina de un antiguo gran industrial tiene aire acondicionado y a lo mejor tiene un termo con café caliente y otro con agua fría, y entonces tiene cierta tendencia a dejar cerrada la puerta del despacho para que el aire caliente no lo moleste. Ese tipo de dirigente no sirve para nada, hay que desterrarlo.

La teoría del Che se alimenta de Marx, Engels, Lenin. Gramci, Mariátegui. Pero estudia con ojos propios su tiempo americano, sabe que el camino es nuevo y es necesaria la audacia de crear; piensa el futuro con la visión del artista que entrega su arte a la felicidad de los otros.

La utopía de Che tampoco es ajena al evangelio de Jesús anunciando el reino, curando enfermos, expulsando demonios, proclamando la felicidad y el gozo de vivir; en el juicio de las naciones, Mateo 25: 33, ese reino es entregado a los que fueron sensibles al sufrimiento ajeno: “Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer, tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa y ustedes me la dieron; estuve enfermo y me visitaron; estuve en la cárcel y vinieron a verme”. El socialismo del Che no es ajeno al dolor del hombre.

La vida del Che no se distancia de la locura del Quijote que le hace sentir bajo sus talones el costillar del Rocinante, arriesgando su pellejo por mantener la verdad de sacrificar la vida por una causa justa. El socialismo del Che es el de Fidel y también el del amor.

Había escrito unos años antes de bañar con su sangre la tierra de la Higuera: el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor.

Un Socialismo así, desafiará siempre la tormenta sin temor al riesgo de los papalotes muertos en el aire, flotará como una bandera que no puede ir a tierra por tantas manos que la sostienen.

*Presidente de la Sociedad Cultural José Martí



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