miércoles, agosto 19, 2009

El hambre, plaga del Siglo XXI

Circulan noticias e informes de los organismos internacionales acerca de la hambruna en el planeta que le ponen los pelos de punta al más pinto de la paloma o al más indiferente ser humano que pueda existir, porque como tal, tenemos necesidades comunes y estamos amenazados a vivir en carne propia la desgracia de que padecen otros.


En un sitio enciclopédico oficial se expresa que “la sensación de hambre es algo natural, pero privarse de alimento durante mucho tiempo perjudica la salud mental y física. La privación de alimento induce a la somnolencia, atenúa las emociones e impide pensar con normalidad. El deseo de comer se hace prioritario y se diluyen los valores morales.


El hambre extrema puede tener un efecto deshumanizador que lleve al robo, al asesinato e incluso al canibalismo. A menudo el hambre va acompañada de enfermedades y epidemias, que tienen su origen en el estado de debilitamiento de los afectados.”

Si analizamos con detenimiento lo expresado anteriormente nos damos cuenta de que solo por esa causa la humanidad está amenazada con desaparecer o de provocarse irreparables conflictos con fatales consecuencias de todo tipo.

Cómo es posible entonces, que vivamos amenazados de morir por hambre ante los peligros y realidades que vive hoy la humanidad con la extrema pobreza, la crisis de los alimentos y la elevación desmedida de sus precios o simplemente la inacción y falta de voluntad política de una buena parte de los gobiernos para enfrentar esta realidad que puede hacer desaparecer a la especie.


Algunas estadísticas lo ilustran cuando decimos que hoy, casi 1 500 millones de personas en el mundo sufren de hambre y desnutrición, una cantidad cerca de 200 veces mayor que el número de personas que efectivamente mueren por esas causas al año y no pueden obtener alimentos suficientes para satisfacer siquiera sus necesidades energéticas mínimas.

También se anuncia que unos 200 millones de niños menores de cinco años padecen síntomas de malnutrición aguda o crónica, cifra que aumenta en los períodos de escasez estacional de alimentos y en épocas de hambre y desórdenes sociales.

Según algunas apreciaciones, la malnutrición es un factor importante entre los que determinan, cada año, la muerte de unos 13 millones de niños menores de cinco años por enfermedades e infecciones evitables, como sarampión, diarrea, malaria, neumonía y en algunos casos combinaciones de las mismas.

En un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se ha expresado que solo en América Latina y el Caribe unos 53 millones de personas retornarán a los mismos niveles de sub-nutrición que existía en los años 90 del siglo XX, motivado por las consecuencias que generan la combinación de la crisis de los alimentos con la financiera mundial, lo que aumentó la vulnerabilidad de la alimentación en esta área geográfica.

Si tenemos en cuenta que el 24 de agosto de 2006, se celebró la Cumbre Mundial Contra el Hambre liderada por los gobiernos de Brasil, Chile, España y Francia en la que mandatarios de 113 países, entre ellos Cuba, firmaron una declaración contra el hambre en el mundo, debía existir un mayor consenso internacional y hemisférico con acciones concretas a favor de los menos aventajados económicamente y no literales como ha ocurrido en todos los foros en que los mandatarios de las grandes potencias se pronuncian por ello, pero no se ve resultado alguno.


En el caso de Cuba, según ha referido Sergio Rodríguez Morales, director del Instituto Nacional de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT), el país está en condiciones paliar los efectos de la crisis global del capitalismo, incluyendo la producción de alimentos, a partir de diseñar una estrategia en la producción agrícola que conlleve a la soberanía alimentaria cubana, ya que en el mundo un mínimo de 10 empresas controlan el 89 por ciento del mercado global de semillas y agrotóxicos.


También debemos tener en cuenta la existencia en el país de un potencial científico estimulado y creado por la Revolución que no puede ser despreciado, el cual trabajará en función de la optimización en el uso de los recursos, evitar la depresión de los suelos y alcanzar los rendimientos adecuados que conduzcan a elevar las producciones y poner a producir las tierras ociosas existentes hoy, dando respuesta al llamado el Presidente cubano Raúl Castro Ruz en sus últimas intervenciones, al declarar la producción de alimentos como un problema de Seguridad Nacional que debe ser atendido y resuelto con la mayor prioridad y celeridad.


Por otra parte, el Estado cubano ante la elevación desmedida de los precios de los productos alimenticios, ha erogado millones de dólares para asegurar el financiamiento de los alimentos básicos, lo que ha provocado la necesidad de realizar ajustes en el presupuesto demostrando una vez más su voluntad política para proteger al pueblo, ante la amenaza real de la hambruna como consecuencia de la crisis global del sistema capitalista.


Este ejemplo de Cuba y de los países del Alba, que han adoptado medidas proteccionistas ante este fenómeno, debe ser seguido por otros gobiernos que con más recursos hacen meno y los malgastan en la desenfrenada carrera armamentista, contrario a como debiera ocurrir. El problema es que la crisis está ahí, y la hambruna, como plaga del Siglo XXI, constituirá una amenaza perenne para todos.

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